¡Rebobinemos la casete de la memoria!

En los 70 y los 80 no teníamos algoritmos que nos recomendasen las canciones ideales para cada ocasión, pero siempre podíamos recurrir a los expositores de casetes de las gasolineras. En aquellas vitrinas giratorias, algún misterioso selector establecía las fronteras de la música popular, que a menudo no tenían nada que ver con lo que elogiaba la crítica, ni tampoco con lo que sonaba en la radio y la tele. Podríamos decir que a través de las cintas de gasolinera se traza una historia alternativa de la música española, si no fuese porque, enrealidad, lo alternativo es lo otro:estas eran las canciones que las familias escuchaban una y otra vez durante los largos viajes en utilitario por aquella España de pocas autopistas, las que se nos incrustaron en la memoria y configuraron algo parecido a una identidad nacional. Ahí están hoy artistascomo Rosalía y C. Tangana reivindicando a Los Chunguitos y a Los Chichos, tras rebuscar en nuestro inconsciente colectivo.

«Aun estando asociada a lo chabacano, al mal gusto y a la falta de estilo y clase, esta es la música que ha forjado la identidad y el imaginario de la cultura popular española», resume el artista murciano Juan Sánchez Porta, que centra su proyecto Oro Jondo en visiones barrocas y recargadas de la cultura menos elitista. Como Oro Jondo ha firmado ‘Dame más gasolina’, un volumen recién publicado por Libros Cúpula en el que repasa, a través de palabras y obra plástica, más de un centenar de los cantantes que nos solíamos encontrar en aquellos surtidores de música. El recorrido abarca desde El Fary hasta Chimo Bayo, desde Marifé de Triana hasta Coyote Dax, desde Porrina de Badajoz hasta Rebeca.

¿Cuáles serían, a su juicio, los tres reyes? «La gasolinera es un olimpo en el que viven, o vivían, multitud de dioses. Elegir solo tres es complicado, pero, si he de hacerlo, me quedo con los siguientes. Camela, que marcaron un antes y un después como creadores de la tecno-rumba, el género rey de la música de gasolinera. Los Chichos, que con Los Chunguitos fueron los perpetuadores de la rumba vallecana, un estilo que coincidió con la Movida madrileña en espacio y
tiempo: retratan en sus canciones algo mucho más real a nivel social que lo que aparecía en los medios, que querían implantar a toda costa una imagen vanguardista y moderna. Y, finalmente, Junco: su música mezcla la rumba vallecana con sintetizadores que te teletransportan al Miami de los 80. ¡Pura magia!».

En este mundo de postureo, ¿qué nos enseña la música de gasolinera? «Que no hay que juzgar a nadie por sus gustos –concluye Juan–. El término ‘música de gasolinera’ se suele usar para desprestigiar con condescendencia a un artista o un género musical, o a su público, y eso es clasista. Hay que dejar de separar la cultura en alta o baja. El buen gusto es un constructo social para excluir a los que no han tenido acceso a determinada formación académica o determinado capital cultural».

Fuente: el diario montañes.