Sábado, 1 junio 2024 – 22:13
Europa aparca la transición ‘verde’ y apuesta por la competitividad: «El mundo nos mira diciendo ‘sí, vosotros seguid con los coches eléctricos'»
Europa se ha quedado atrás en la carrera de la competitividad y productividad frente a Estados Unidos y China. Muy atrás. Lo saben los candidatos a la presidencia de la Comisión Europea, lo saben los funcionarios que diariamente recorren los pasillos de las instituciones en Bruselas y lo saben (incluso lo divulgan casi a gritos) los economistas que mejor conocen la economía europea. Y de forma paralela, en la capital comunitaria se ha instalado un mantra, casi una convicción para muchos, de lo que va a pasar en la próxima legislatura europea: será inevitable un cambio de paradigma en el que se deje un poco de lado la transición verde, que este punto ya no sea tan prioritario como hasta ahora, y que se apueste más por la competitividad.
«Los primeros ministros ocultan a los ciudadanos el mundo al que nos enfrentamos. No hay ningún sondeo que diga que Biden va a ganar las elecciones de Estados Unidos, por lo que lo más probable ahora mismo es que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca; Rusia puede ganar más pronto que tarde la guerra con Ucrania; China tiene el control de las materias primas del futuro; y el conjunto del mundo mira a Europa como diciendo ‘sí, tú sigue entreteniéndote con los coches eléctricos’. En unas semanas se va a producir un cambio de paradigma completo», explican fuentes del Grupo Popular Europeo, que apuestan claramente por la necesidad de ese giro en la apuesta europea.
«Europa fue muy innovadora y agresiva en el ámbito verde, pero se está produciendo un cambio. Se ha metido la quinta marcha con este tema y aunque los estadounidenses también han entrado en este ámbito, están todavía muy por detrás y China incluso sigue levantando plantas de carbón. Tal vez el ritmo del ajuste no es el adecuado», explica Fernando Primo de Rivera, economista, abogado y autor del libro La economía que viene.
«Sí a la transición verde, sí al mérito de ganar independencia energética no sólo respecto a Rusia, sino también respecto a Arabia o Qatar, pero la cuestión está en la pendiente de ajuste que supone una sobrecarga de costes a todo el sistema productivo que perjudica la competitividad», añade, dando en la clave de la cuestión . Y ofrece un ejemplo: las protestas de los agricultores de toda Europa. «Es un caso paradigmático. Obligamos a nuestros agricultores a asumir unas exigencias que suponen un sobrecoste en la producción y, sin embargo, no imponemos esas mismas exigencias a la importación de bienes».
«Una pausa en la elaboración de la regulación», es lo que pide, por su parte, Judith Arnal, investigadora sénior asociada en el Real Instituto Elcano y del think tank Centro de Estudios de Política Europea (CEPS, por sus siglas en inglés). «La legislatura pasada fue muy intensa en temas medioambientales mientras otras jurisdicciones no han ido a la misma velocidad. Debemos esperar un poco más durante la próxima legislatura», expone.
En su conversación con Actualidad Económica, Arnal también es muy clara al apuntar que se «está perdiendo muchísima competitividad respecto a Estados Unidos». En digitalización, por ejemplo, señala que las empresas europeas «no son las que están promoviendo los grandes cambios, y las empresas que no están en la frontera tecnológica no están asumiendo esas tecnologías en su día a día». «La energía es otro factor que explica la menor competitividad», prosigue. «Los costes en la Unión Europea siguen siendo más elevados a pesar de haber pasado la crisis de Ucrania y esto se debe al mayor coste de la electricidad, pero también a que Estados Unidos tiene acceso a petróleo y gas y nosotros no. Y por eso es importante incorporar las tecnologías renovables, pero hay que ver cómo se hace porque si se importa todo de China habremos pasado de depender de Rusia a China en green tech», expone.
Primo de Rivera adelanta en este punto la importancia que tendrá el documento que próximamente publicará íntegramente el ex presidente del Banco Central Europeo (BCE) y ex primer ministro de Italia, Mario Draghi. Su compatriota y también ex primer ministro, Enrico Letta, ya ofreció en el informe que publicó en abril algunas claves para que Europa avance en competitividad, y en un entrevista en EL MUNDO, ya apuntó, por ejemplo, el problema que supone que los ahorros europeos se vayan a Estados Unidos. «Están alimentando la economía estadounidense y están fortaleciendo a las empresas estadounidenses. Estos ahorros están regresando a Europa para comprar nuestras empresas», aseguró. Pero Primo de Rivera afirma que el documento completo de Draghi será incluso más importante, que es «a lo que hay que estar de verdad». «Va a ser crítico y va a abordar instrumentos de política industrial y fiscal paneuropeos. Va a ser un ejercicio de adaptación acelerado a todo el mundo que nos rodea», sostiene.
Mercado de capitales y financiación
Otro punto crítico para Europa, y ligado a lo que apuntado por Letta, es el acceso a la financiación de las empresas europeas. «Parte de la gran pérdida de competitividad respecto a Estados Unidos se debe al acceso a capital privado: EEUU cuenta con mucho más capital riesgo, que es lo que necesitan las startups. En Europa, en cambio, el 75% de la financiación procede de los bancos. Falta desarrollo del mercado de capitales, falta unificación en las estructuras de mercado», expone Arnal.
«Es necesario un flujo de ahorro hacia las empresas que quieran crecer. Es un problema de canalización. Ya lo dijo Letta. Se necesita de capital más competitivo y también un mejor mercado de trabajo. Es muy difícil decirle a alguien que ha perdido su trabajo que lo mejor que le puede pasar es que le contrate una empresa más productiva. Necesitamos que las empresas productivas encuentren personal cualificado más fácilmente», señala por su parte Óscar Guinea.
Este economista de ECIPE (European Centre for International Political Economy) expone que va a ser clave cómo diseñar la política industrial europea en el próximo lustro. «Si vamos hacia grandes conglomerados horizontales como en los años 70, si dejamos que las compañías se unan y les damos subsidios; o si apostamos por empresas que vayan a ser líderes. Lo más difícil es elegir a qué empresas le damos dinero y a cuáles no. El IRA [la mayor inversión climática en la historia de Estados Unidos], por ejemplo, reduce impuestos a las empresas que son productivas y que lo demuestran. La política debe ser incentivar el I+D horizontalmente, ir en serio a la unión bancaria y de capitales y facilitar la transferencias a empresas», explica.
Dentro de su labor en el think tank ECIPE (Centro Europeo para la Economía Política Internacional en castellano), Guinea ha publicado un informe reciente que va, precisamente, en la misma orientación de todo lo explicado hasta ahora. Entre los datos que ofrecía, destaca que mientras que en la década de 1990 la productividad de la UE y de EEUU iban a la par, la de Estados Unidos fue un 20% superior a la de la Unión Europea en 2022. «Esto no es casualidad. Estados Unidos gasta más en I+D y produce más patentes en tecnologías que la Unión Europea; invierte más en capital intangible y lo ha hecho durante más tiempo; y su mercado es más dinámico apoyando una mejor asignación de mano de obra y capital hacia las empresas más productivas», defiende el documento que firmó junto a Fredik Erixon y Oscar du Roy. Y entre las recomendaciones que los tres economistas ofrecen, destaca, de nuevo, que «las políticas europeas, incluida la industrial, deben apoyar el espíritu empresarial y hacer que el entorno económico sea más propicio al crecimiento de la productividad».
«Los responsables políticos de la UE deberían situar la productividad de las empresas en el centro de sus reflexiones. (…) El papel del mercado único es crucial para fomentar un mayor dinamismo del mercado. El mercado único no debe verse sólo como una plataforma para que las empresas europeas crezcan, sino como un lugar donde las empresas más competitivas, de Europa y de otros lugares, compiten para ofrecer los mejores productos posibles», añaden.
Guinea, sin embargo, rechaza que en Europa necesite un cambio de paradigma tan intenso como el apuntado al inicio. «Productividad y medioambiente están bastante alineados», apunta. «Por ejemplo, que asumas que las emisiones de CO2 son un coste más, obliga a las empresas a buscar maneras para reducir ese coste y eso es productividad», explica.
El papel de Ribera
Y eso mismo es lo que defienden fuentes del Grupo Socialista español en Bruselas. «Es fundamental combinar el pacto verde con la competitividad», exponen, probablemente porque así lo piensan pero, también, porque la gran apuesta europea del Gobierno de Pedro Sánchez es conseguir una comisaría verde con rango de vicepresidencia para Teresa Ribera. El problema, como ya se ha apuntado, es que hay muchas voces que piensan que esa apuesta ya no tiene tanto sentido como lo tenía en el pasado. «En 2019 estaba claro que ese era el camino pero en 2024 ya no lo está tanto. Apostar por una cartera que puede estar un tanto obsoleta puede ser un error. Y si partimos de la base que Von der Leyen se mantendrá y que el intervencionismo de la presidenta está asegurado, todavía más», explican fuentes comunitarias.
Se refieren al demostrado apego de la política alemana por asumir la mayor parte de las responsabilidades en primera persona, pasando por encima de los vicepresidentes y comisarios, tal y como ha hecho durante su primer mandato y le ha ocurrido incluso al propio Josep Borrell. Aunque sobre este respecto, tanto en Bruselas como en el Palacio de la Moncloa subrayan la personalidad de la actual vicepresidenta segunda: Teresa Ribera es una mujer con carácter y no se va a dejar quitar competencias», advierten.