Santiago Lago Peñas 21.02.2019 | 01:31

Es verdad que los combustibles en Galicia son más caros que la media española. Con datos para el conjunto de 2018, la gasolina 95 resulta 2.2 céntimos más cara y el gasóleo A 3.6 céntimos. De este diferencial se podría inferir que en Galicia tenemos un problema de falta de competencia y, por tanto, de que alguien se está haciendo de oro. La solución sería, por tanto, abrir más gasolineras; sobre todo automáticas, para aumentar la competencia y reducir los precios.

Miguel G. Montero

Miguel G. Montero

A nosotros esta explicación no nos cuadra muy bien. Y disentimos por completo en la solución. En el gráfico adjunto aparece representado el diferencial y su descomposición. La parte más importante del diferencial es el impuesto autonómico; diferencial que por cierto acaba de eliminarse por decreto, lo que veremos en las estadísticas dentro de una semana. En Galicia los impuestos son más elevados y eso es la principal explicación de que llenar el depósito sea más caro. ¿Y qué podemos decir del resto del diferencial? Nuestras estimaciones apuntan a que las gasolineras gallegas tienen más personal. Por cada litro que se suministra, los costes de la mano de obra son superiores; sea porque aquí las gasolineras desatendidas son todavía minoritarias, sea por la dispersión poblacional. Estaríamos hablando de 0.4 céntimos por litro. Sumando esto al diferencial impositivo, explicamos más del 80% del diferencial en gasolina y más del 55% en el caso del gasóleo. Pero hay más. No hemos llegado a cuantificar lo que supone, por ejemplo, los descuentos adicionales en tarjetas (que con toda probabilidad pesan más en Galicia) o el menor peso de marcas blancas en la distribución, con menos aditivos y, por tanto, menos calidad. Desde luego, se podría calcular. Y, de hecho, creo que es lo que deberíamos hacer si de verdad queremos saber por qué son más caros los combustibles en Galicia.

Es muy positivo que en Galicia las gasolineras desatendidas parcial o completamente sean todavía relativamente pocas. Y no deberíamos cambiar esa realidad. Orillando los argumentos que ponen el acento en la seguridad, nosotros queremos insistir en los miles de empleos en riesgo de desaparición y la menor calidad del servicio. Porque no nos engañemos. El trabajo se va a hacer. La pregunta es si lo hará gente dada de alta en la Seguridad social para hacer eso, o lo haremos cada uno de nosotros sin que sea evidente que vaya a ser significativamente más barato. ¿Quién gana en el cambio de modelo? Desde luego no los trabajadores ni los clientes.

*GEN (Universidad de Vigo)