El presidente de Petronor, grupo vasco de hidrocarburos, reflexiona sobre los riesgos que entraña una transición renovable basada en la «publicidad engañosa» y no en la lógica industrial
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Petronor es un gigante que habita dentro de otro. La histórica Petróleos del Norte cumplió 55 años el pasado 30 de noviembre. Aunque la energética, que nació como una iniciativa de los mayores bancos y cajas de vascas, ha pasado por muchas manos, la compañía mantiene su sede social en Muskiz, enclave que acoge su megarrefinería, 220 hectáreas de un complejo colosal que se ha convertido en un símbolo del poderío industrial del País Vasco. Hoy, la empresa genera 1.000 empleos directos, aporta cerca del 40% de la actividad del Puerto de Bilbao, ha tejido una red de más de 450 proveedores y se ha consagrado como uno de los mayores contribuyentes al fisco de la región. Se dice que cuando Petronor se resfría, todo el País Vasco se acatarra y, quizá por eso, aunque cerca del 86% de su capital está en manos de Repsol, sigue hablando con voz propia, al igual que su presidente.
Y es que Emiliano López Atxurra (San Sebastián, 1956) no es de los que pide permiso para tomar la palabra. Abogado de formación, le respaldan los galones de la refinería vasca y los que él mismo ha atesorado a lo largo de toda una vida ligada al sector energético. En los primeros 2000 fue nombrado consejero de Gas Natural Fenosa (hoy Naturgy), cargo que mantuvo durante más de una década en la que vivió momentos clave para la historia del país, como los pactos de suministro con Argel. Aunque, desde su salto al frente en Petronor, en 2016, López Atxurra ha impulsado proyectos renovables alineados con las directrices de Bruselas, critica con contundencia los errores de cálculo con los que han tropezado Europa y España desde el convencimiento de que la descarbonización, pese a ser ineludible, nunca debe tomarse como un «catecismo ideológico».
- PREGUNTA ¿La sociedad le había exigido antes a Petronor un esfuerzo transformador equivalente al de la transición verde?
- RESPUESTA Petronor es el perfecto ejemplo de evolución energética. Nació para fabricar un producto orientado a la generación de electricidad y, conforme el sector eléctrico se iba modernizando, con la aparición de la hidráulica y la nuclear, nuestro producto evolucionó a su vez hacia otros sectores, como la movilidad o el petroquímico. Cuando se habla de transición energética se está hablando, ni más ni menos, que de algo consustancial a la energía, que transiciona permanentemente. El gran desafío de Petronor en toda su historia ha sido la tensión de su transformación. El gran hito fue la puesta en marcha, en 2013, de nuestra planta de coque, con la que logramos adaptar nuestra refinería a los cambios de la demanda. Fue una apuesta de 1.000 millones, la mayor inversión industrial en la historia del País Vasco.
- P. ¿Tenían entonces más visibilidad a futuro que ahora?
- R. Aquella inversión abrió para Petronor el gran presente que tiene ahora. Lo que quiero decir es que, en aquel instante, se estaba visionando de cara al futuro y ya entonces existía oposición. Si Petronor hubiera hecho caso a esos colectivos minoritarios que rechazaban esa inversión, si se hubiera tenido miedo, ahora la empresa estaría en un punto de declive, incluso, abocada al cierre. Debemos tener las ideas claras y vocación tecnológica industrial.
- P. ¿Hacia dónde se dirige la compañía?
- R. Desde el instante en que se produjo el cambio en Europa y se marcó la pauta de hacia dónde iba a ir el sistema energético comunitario y global, entendimos que nuestra planta no era sólo una refinería, sino una infraestructura que tenía que transformarse. El verdadero desafío es hacerlo desde una convicción industrial.
- P. Entonces, ¿cuál es el primer paso para transformar un gigante de los hidrocarburos de la envergadura de Petronor?
- R. Lo que estamos haciendo desde ya es reconocer cuál es el espacio que se nos abre en el nuevo paradigma energético. La segunda cuestión, es decidir hacia qué áreas concretas queremos ir. El mercado no va a caminar hacia una única dirección, se está abriendo todo un abanico de posibles soluciones. Hay que suministrar una energía descarbonizada a barcos, aviones, transporte pesado, grandes industrias… La innovación tecnológica está en el corazón de la empresa, de ahí que nos hayamos lanzado a los combustibles sintéticos, la economía circular y el hidrógeno. Y, ¿por qué vamos a ser buenos en todo ello? Porque ya contamos con una cultura industrial y conocemos el proceso productivo. No somos exógenos y eso es lo que nos diferencia de otros competidores.
- P. Europa ha cerrado más de una veintena de refinerías en los últimos años, ¿eso fortalece ahora a España y a Petronor en un contexto de lucha por la independencia energética?
- R. Voy a serte crudo y claro. En España, Repsol concretamente, hizo una apuesta por el refino y eso significa apostar por la industria y por una transición tranquila, acorde a nuestras capacidades. Sabemos que el Oil & Gas no va a desaparecer sino a evolucionar. La razón es sencilla, una parte significativa de la población mundial está transitando de la biomasa, que es quemar madera, al gas y al petróleo. No seamos señoritos, sepamos dónde estamos., porque en Europa tenemos una visión energética de señoritos que nunca han sentido necesidad de nada. El mundo es muy complejo, hay muchas necesidades y hay que cubrirlas. En Repsol y en Petronor tenemos una visión que es la de ser actores del desarrollo industrial y eso, a diferencia de otros competidores de Francia, Alemania, Holanda; lo que nos lleva es a invertir en España y no fuera. Y se invierten 3.000 millones en la refinería de Repsol en Cartagena y otros 1.000 millones en reformar la de Petronor… Equilibras tus obligaciones empresariales con tus obligaciones de país y aplicas la lógica industrial y no la lógica financiera que te lleva a invertir fuera del perímetro europeo, en Tánger o en el sudeste de Asia. El mejor sistema de refino de Europa lo tiene España y le deja a uno perplejo que, teniendo este factor de competitividad, se mire hacia otro lado y no se colabore con su desarrollo.
- P. Parece enfadado, ¿cambiaría el rumbo de la política energética que ha marcado el Gobierno?
- R. Cuando un país es fuerte en algo tiene que hacer lo posible para consolidarlo. ¿Eres fuerte en la industria del automóvil? No, porque los centros de decisión están en otro sitio. La Unión Europea es un espacio, al mismo tiempo, de cooperación y de competitividad. Sí, podemos ser una potencia en combustibles descarbonizados, pero hay que ir a por ello como proyecto nacional. Tenemos que dirigirnos hacia América Latina, no en términos neocoloniales, sino de cooperación, porque si no estamos nosotros, Estados Unidos va a volver, China ya está, Rusia y Turquía ya están… No es un tema de cabreo, sino de reflexionar sobre qué activos tenemos. España tenía un gran activo de ingenieros nucleares, no era una potencia menor. Ahora que lo atómico vuelve a ser un vector a tener en cuenta, porque hay tecnologías nucleares que ya están evolucionando, cabe preguntarse qué se ha hecho con ese gran capital. Lo mismo con la hidráulica. ¿Dónde está quedando esa capacidad tecnológica de referencia mundial que tenía España? Si no la ponemos en valor, si no generamos ilusión en los jóvenes ingenieros que están estudiando, si no ofrecemos un proyectos de país, se van a ir.
- P. Europa y, en especial España, sí plantean una transición verde desde la primacía de unas tecnologías sobre otras…
- R. Si tú vas diciendo que el refino está muerto y que el motor de combustión en el 2035 estará muerto, pero después lees la letra pequeña de otros países europeos, de la Comisión y de otros países del mundo y dice otra cosa, lo que generas es desilusión. La transición energética no puede hacerse con mensajes de trazo grueso porque nos estamos jugando el pan de nuestros hijos y nietos. Nosotros no nos planteamos este proceso en términos de publicidad engañosa, sino desde reconstrucción industrial. No hacemos caso a la demagogia, sino que nos centramos en la transición real. Eso significa industria, tecnología y bienestar para 8.000 millones de personas. Ese es el horizonte.
- P. Y en el horizonte de Petronor, ¿qué potencial ven en el negocio verde?
- R. El 10% de todos los combustibles que tenemos ya es bio. La evolución dependerá de lo que el mercado pueda absorber. Nosotros estamos preparados, técnica e industrialmente, para ofrecer al mercado el producto que necesite. Con nuestro biocombustible ha volado un avión a Nueva York, a Madrid, a Bilbao… Tenemos el foco en el transporte aéreo, marítimo y pesado. A partir de ahí, estamos desplegando todas nuestras capacidades, sabiendo que en este área estamos en periodo de inversión y no de beneficios, para que a medida que el mercado vaya madurando, tengamos toda la máquina perfecta para ir suministrando producto. Y el mercado se logra incentivando.
- P. Medidas como el impuesto a los ingresos de las energéticas van, según sus propias palabras, en la dirección contraria a incentivar la inversión…
- R. Yo soy contrario a una política de subvenciones generalista. A mí lo que me gusta es lo que hacen los países modernos y avanzados: incentivos fiscales para inversiones tecnológicas. No se trata de dar el recurso para hacer, como digo yo, la física de Estado sólido, no. La diferencia entre ayuda de estado e incentivación tecnológica está en eso, en que tú no das un dinero a X porque se te ha ocurrido, sino para generar una dinámica industrial transformadora. Es así como se consigue que los recursos públicos no vayana a un Power Point, sino a proyectos reales. En segundo lugar, aquí los incentivos que vienen de fuentes comunitarias deben tener una traducción equivalente a lo que está sucediendo en Holanda, en Francia o en Alemania, ees decir, celeridad y capacidad de gestión.
- P. ¿Alguna reflexión sobre el impuesto en particular?
- R. Particularmente, no estoy en contra de los impuestos. Algunos, que parece que tienen otitis, recurren a la demagogia y dicen que es que no queremos pagar impuestos. Entre 2019 y 2022, la contribución fiscal de Petronor fue de 5.000 millones. Es nuestra obligación pagar, nos obliga la ley, pero esta también dice que los impuestos tienen que cumnplir con un procedimiento probatorio, lo que significa que tienen que pasar una serie de filtros jurídicos, económicos, de impacto, etcétera. Cuando tú traduces y se confunde el impuesto con un gravamen que, aunque sea coyuntural, es un gravamen sobre una serie de realidades has definido tú, hay un problema porque un impuesto es un impuesto otra cosa es otra cosa.
- P. ¿Cree que afecta a la competitividad?
- R. El planteamiento es el siguiente, nosotros somos fabricantes y fabricamos en España. Imaginemos el caso de un operador no industrial, un comercial que trae un producto fabricado en Abu Dabi y lo vende aquí. Ese señor no está obligado a pagar el impuesto,yo me pregunto, ¿cuál es la funcionalidad del gravamen si ese señor antes no estaba y ahora es el quinto operador?
- P. Usted afirmó que Petronor revisará inversiones a raíz del acuerdo de PSOE y Sumar para extender la tasa…
- R. Es que un impuesto debe tener una concepción estratégica, de política redistributiva y de política económica. Y la política económica en este caso es que debemos abordar un flujo de inversiones significativo.
- P. ¿De qué cifras hablamos?
- R. Vamos a invertir 160 millones en una planta demo de combustible sintético, el equivalente a un laboratorio. Si sale bien, hablamos de inversiones de alrededor de 2.500 millones. Ese dinero no cae del cielo, sale de aquí y si me dicen que todo lo que he ganado, aparte de los impuestos, lo van a gravar… La política fiscal es una cosa muy seria.
P. ¿Cree que España va camino de su reindustrialización?
- R. Soy crítico con visiones de la transición energética ligadas a elementos teóricos que no contemplan a la industria. La descarbonización es ineludible, pero no hay que tomarla como un catecismo ideológico.Toda inciativa del Pacto Verde Europeo que no lleve asociada una estrategia tecnoindustrial es papel mojado. La prueba es China.
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P. ¿Por qué el gigante asiático?
- R. Porque si ahora China es un actor importante de las energías verdes es porque apostó con luces largas por la importancia de la tecnología y de la industria del refino de materias primas críticas y para controlar su cadena de valor. El desafío de Europa y de España está en recuperar su fortaleza tecnológica industrial, considerando que ya no es un actor exclusivo y excluyente de la geopolítica y la economía global, sino que ahora tiene que competir con otro actor relevante que es China, con otro emergente que es India y con otro líder, EEUU.
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P. ¿Cree que Europa está aún a tiempo de recuperar el liderazgo?
- R. Tiene las bases para hacerlo, pero para ello tiene que adoptar una visión donde la industria y la tecnología sean protagonistas. Y en el caso de España, lo mismo, con una particularidad, además, porque somos la cuarta economía y si no ponemos el foco en la innovación y creamos un ecosistema sólido, no desmembrado y disgregado sin una estrategia industrial, nosotros corremos el grave riesgo de debilitarnos en extremo en el gran horizonte que viene a partir de 2024. O España crea un proyecto nacional estratégico, o su futuro va a ser delicado.
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P. Europa ya se ha abierto al proteccionismo de sectores clave, ¿comparte este planteamiento?
- R. No, lo que Europa ha hecho es tomar conciencia de que no está en el mundo de Alicia en el país de las maravillas, sino que está en el mundo real, un mundo real al que otra vez han venido las aguas del nacionalismo industrial en términos regionales globales. China tiene ese componente y EEUU, también. Europa se ha creído la cadena de valor global, ha externalizado todas sus capacidades y eso la ha debilitado.
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P. ¿Se le ocurre algún ejemplo?
- R. Claro, Stellantis en España va a hacer una fábrica de baterías con la china CATL, que es el gran productor mundial de este elemento con un enorme conocimiento tecnológico. Esto ocurre porque Europa ha despreciado la industria, como ya sucedió con la solar, donde acabó cediendo a China su posición preeminente. Ahora,tampocoestamos siendo capaces de desarrollar nuestra eólica… Tenemos que recuperar posiciones y no, eso no es una cuestión de nacionalismo, sino de preservar nuestras capacidades. No es sólo un tema de la economía global, de geopolítica externa, sino de geopolítica interna también.
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P. ¿Habla de competir entre los 27?
- R. Europa no es un espacio, insisto, de cuento, sino de cooperación y a la vez de competencia, donde entran en juego diferentes intereses geopolíticos y geoeconómicos. En España tenemos que ser conscientes de que tenemos que plantear eso, nuestras fortalezas en relación a ese ecosistema. Como país, tenemos que evolucionar paralelo a Europa hacia la construcción de la Comunidad Ibérica Energética porque en la Península hay dos grandes países. Si nos unimos, estaremos en posición de fuerza en la agenda europea, donde tenemos que introducir el concepto de cooperación industrial y de reconocimiento de la cadena de valor energética con América Latina. Si no ponemos eso sobre la mesa, no tendremos futuro. De la misma manera, si no ponemos nuestra fortaleza nacional en relación con el norte de África, al servicio del proyecto estratégico europeo, tampoco lo vamos a tener. Sólo desde la fortaleza puedes cooperar y competir con China y, si no eres fuerte, estás supeditado.
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P. La guerra en Ucrania ha cambiado las alianzas energéticas de Europa, ¿también las de España?
- R. No, los aliados de España no han variado.España no tenía la exposición a Rusia de Alemania o de Europa central. Rusia, desde la década de los 60, tenía ya los tubos, las infraestructuras para suministrar recursos a los países del Pacto de Varsovia. La infraestructura estaba y lo que hizo Alemania es acelerar su industrialización gracias a ellas, con gas y petróleo barato. El caso de España es distinto, somos el cul-de-sac (callejón sin salida) del espacio europeo, una isla energética. No tenemos recursos naturales y, si los tenemos, nos impiden explotarlos. Nuestra relevancia viene de una relación histórica con Argelia y de aprovechar nuestro frente marítimo para crear un perímetro de regasificadoras que nos ha convertido en un hub de gas, en una potencia energética en todos los órdenes. Cuando se ignoran fortalezas y se lanzan cantos de sirena sobre cosas que no lo son, nos debilitamos como país. Es crucial que España visualice su política exterior desde sus intereses que, si bien deben convenirse con los de Europa, también tienen que mostrarse fuertes en el único espacio que nos queda para la supervivencia: la gobernanza europea. Ahi hay que estar.
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