REDACCIÓN / LA VOZ

Imagen de archivo de una planeadora en la playa de O Vilar, en Ribeira CARMELA QUEIJEIRO
El contrabando de combustible para alimentar planeadoras es el nuevo propósito legislativo para vincular procesalmente a quienes lo transportan con el tráfico de drogas por vía marítima
20 oct 2024 . Actualizado a las 13:36 h.
La profesionalización del narcotráfico marítimo en España afloró una necesidad logística muy definida. La fabricación de narcolanchas es la principal industria paralela; por eso en el 2018 se restringió el uso y fabricación de estas planeadoras. La obtención de miles de litros de combustible para alimentar los motores de las narcolanchas conlleva el segundo gran negocio satélite del tráfico de drogas por vía marítima. También, el nuevo objetivo legislativo para vincular procesalmente a quienes se dedican a la obtención de gasolina o diésel para vendérselos a organizaciones que salen a aguas abiertas del Atlántico o recorren de extremo a extremo los 12 kilómetros que separan España de Marruecos. Lo protagonizan los llamados petaqueros: en el argot, son los encargados de transportar y vender los bidones con combustible.
La hemeroteca está repleta de investigaciones que retratan este lucrativo comercio ilícito en España y Portugal. Una reciente en Galicia, contra el clan arousano de los Piturros, supuso visualizar a investigados cargando gasolina en bidones en un centro comercial de Vilagarcía para entender que planeaban echarse al mar. No se equivocaron: cayeron en una playa lusa con 1.600 kilos de cocaína. Las unidades policiales que investigan en Galicia y Andalucía la importación de cocaína o hachís por sus costas concluyen que las bandas de petaqueros son organizaciones por sí solas. «Trabajan por bidones o litros. Cada bidón entregado son 300 euros, aunque el precio cambia si la entrega es a mayor distancia. Algunos entregan los bidones en tierra a los compradores, y otras veces se entregan en el mar. Una especie de take away que provoca, sobre todo en el Estrecho, una saturación de embarcaciones sospechosas de traficar o ayudar a los traficantes», explican en la Guardia Civil.
El Servicio de Vigilancia Aduanera impulsó la legislación que restringe el uso y fabricación de narcolanchas en el 2018, y hace al menos dos años que plantea la mejor manera de ampliar la legislación poniendo en el punto de mira a los petaqueros. El avance implicaría condenar por tráfico de drogas a los que transportan de forma masiva e injustificada miles de litros de combustible. El secretario de Estado de Seguridad también informó en febrero de que se trabaja en esa modificación legal específica. A mayores, el grupo del PP en el Senado presentó en septiembre una proposición de ley orgánica sobre el Código Penal. Plantea «tipificar la tenencia de gasolina como delito autónomo, cuando esta supere ciertas cantidades y que se posibilite el decomiso de instrumentos, vehículos o embarcaciones» con los que transportan bidones.
Gasolineras «low cost»
El auge de las gasolineras de bajo coste y de autoservicio favorece también la obtención de gasolina o diésel. En las segundas no hay personal que supervise a los clientes que hacen acto de presencia para rellenar bidones de hasta 25 litros cada uno. Tampoco de qué manera usan los surtidores, o el número de veces que un mismo cliente pasa por caja cada día o semana. «Se hace poco a poco, un día dos garrafas, otro día llenan cuatro. Cada día va uno, o un amigo, o un amigo de un amigo. Y así se van apilando garrafas hasta conseguir la cantidad necesaria», explican en la Policía Nacional, que tienen una referencia del dinero que mueve este trasiego de garrafas de combustible. Solo los encargados de llenar cada bidón en una estación de servicio reciben 20 euros por unidad.
En las provincias de Cádiz y Huelva, la problemática es mucho más visible que en las Rías Baixas. También es cierto que las travesías de narcolanchas que zarpan del litoral gallego navegan a toda velocidad muchas más decenas de millas náuticas que las botadas en el sur.