‘No se trata de si es verde o no, sino de si elimina o reduce las emisiones’ es el larguísimo título del libro uno de los mayores expertos del país en transición energética. Con él llama a buscar una vía hacia la descarbonización que luche contra el decrecentismo de la izquierda y el negacionismo de la ultraderecha
Francisco Pascual
Actualizado Sábado, 8 febrero 2025 – 00:08
PREGUNTA ¿Por qué dice que lo importante es si algo baja emisiones y no si es verde? ¿Qué diferencia hay?
RESPUESTA subida media de temperaturas está directamente relacionada con las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, que generan una serie de fenómenos atmosféricos cada vez más extremos. Por tanto, si ese es el problema, la solución pasa por reducir emisiones. La izquierda ecologista mezcla esto con problemas de índole local e ideológica. El gran problema es la atmósfera, que es solo una para todos y en la que se ha desarrollado el homo sapiens desde hace 400.000 años. Hay que centrarse en la reducción de las emisiones. Lo verde está bien, ayuda, pero también puede distraer.
P. ¿A qué le llama lo verde?
R. El bienestar animal, prohibir los toros, prohibir la caza, devolver la naturaleza a su estado primigenio… Algunas de esas cosas pueden estar bien o no, pero somos más de 8.000 millones de seres humanos en la Tierra y hemos prosperado usando los recursos naturales a nuestra disposición. En Europa está mal vista la extracción y refino de minerales, en España está prohibida la extracción de petróleo y gas. Pero queremos seguir consumiéndolos y eso te lleva al dominio de China de todas las cadenas de valor del mundo, porque el 90% de ellas empiezan en un mineral que hay que refinar. Más del 50% de la capacidad de refino de todos los minerales relacionados con la energía está en manos de China.
P. Pero, ¿puede seguir creciendo la economía y reducir emisiones?
R. Sin duda ninguna. La economía va a depender del crecimiento y la productividad. Esta va a crecer por la inteligencia artificial, que necesita un consumo muy elevado de electricidad. Pero este consumo puede ser sin emisiones. Un sistema eléctrico descarbonizado debe ser, no sólo posible, sino deseable. Y con él puedes crecer en muchas actividades. Pero a mí me gusta ver esa pregunta en sentido contrario: ¿Sin crecimiento se puede reducir la desigualdad? ¿Puede crecer la renta per cápita? ¿Se puede solucionar el problema de la vivienda? Pues no. Es necesario seguir creciendo. El decrecimiento es esa filosofía de lo verde.
P. Pero el decrecimiento parece haber impregnado en la mayoría de declaraciones climáticas.
R. Hay muchos ejemplos. En el año 81 prosperó la idea de que el mundo se quedaba sin petróleo y ahora tenemos reservas para 50 años. Sobre todo, está el sesgo de querer ir contra la economía de mercado.
P. ¿Por qué ha sucedido esto?
R. La caída del Muro en 1989 supuso el triunfo definitivo de la economía de mercado. La izquierda ya no podía defender que el socialismo y la economía centralizada eran lo mejor y tuvo que buscar otras banderas. Esa concepción del cambio climático con la idea de que el mundo se iba a quedar sin recursos nos ha llevado por ese camino.
P. Frente a ese decrecentismo de la izquierda ha reaccionado una derecha populista que niega el cambio climático. ¿Por qué la derecha moderada no ha combatido esas visiones?
R. Uno. No lo ha combatido porque se pensaba que ya había ganado. Pensó que la batalla importante, la del modelo económico, ya era suya y en pos de una cierta armonía social renunció a estar diciendo todos los días que había ganado. Dos. Por una cierta acomodación. Cuando empezaron a surgir dudas sobre la propuesta de la izquierda, renunció a discutirlas y la izquierda se creció. Al pasar esto, ha salido la reacción de la extrema derecha. Y ahora nos encontramos en un mundo donde están el negacionismo radical y el ecologismo radical, que predica el decrecimiento. Hay que discutir esas dos visiones.
P. ¿Qué consecuencias ha tenido este debate?
R. En Europa hicimos el Pacto Verde [compromiso de emisiones cero en 2050], pero hemos tardado cuatro años en hacer un Pacto Industrial por el Pacto Verde [que trata de preservar la competitividad de la industria] porque nos han dado por todos los lados. Nos ha dado Estados Unidos, China, Rusia y el Sur Global. Había que reaccionar y poner ideas alternativas.
P. Usted propone la neutralidad tecnológica, es decir que sea la tecnología la que vaya definiendo la descarbonización y el mercado quien la arbitre. Es un concepto complejo.
R. La energía nunca ha sido sencilla de explicar. Y la gente tiende a rechazar lo que no entiende. La gente rechaza el petróleo, pero es líquido a temperatura ambiente y, además, tiene una densidad energética por volumen imbatible. Si hay que prescindir de él, se debe hacer con tranquilidad y buenas maneras. Europa dice: en 2035 hay que quitar el motor de combustión interna ¿Y qué hacemos con la industria europea? ¿O la española, donde somos el segundo país productor? Todo eso hay que meterlo en la coctelera y pensar en soluciones transitorias que se vayan imponiendo en el mercado. Esa es una realidad que no se ha visto en Europa hasta ahora.
P. ¿Por el rechazo al mercado como árbitro?
R. Porque la izquierda dice que conoce la verdad y la realidad es distinta. Por ejemplo, el hidrógeno verde. Según se hace ahora, con gas natural y captura de CO2, es más barato. Igual algún día se puede abaratar el hidrógeno verde y entonces se podrá apostar por ello, porque es más limpio. Pero si obligas a consumir algo más caro, alguien tiene que pagar ese coste. Y eso no está en las ecuaciones que hay que resolver.
P. Todo este diferencial entre Pacto Verde y Pacto Industrial Verde se ha desarrollado con Von der Leyen, una presidenta de la derecha alemana. No se puede culpar a la izquierda de todo.
R. Efectivamente. Se ha desarrollado bajo la coalición tradicional de socialistas, verdes y populares. No quiere decir que los partidos estén exentos de culpa. El Pacto Verde era una vía para mantener la mayoría y la derecha dijo que bien. Hay pactos peores.
P. Por qué Europa está tan atascada?
R. Porque su modelo ya no da más. Es un modelo en el que se consume energía barata rusa, en el que se exportan bienes de equipo a China y te protege Estados Unidos. Ya no funciona ni va a funcionar.
P. ¿Hacia dónde debe ir Europa?
R. Europa tiene que ir a donde va Estados Unidos, que es un país que ha salvado la democracia europea dos veces a lo largo del siglo XX. Ahora está en manos de Trump, pero es nuestro aliado natural. Hay un eje democrático frente a un eje autoritario. El Sur Global tiene alguna gran democracia como son India y Brasil. Y luego está el eje China, Irán y Corea. Tenemos que asumir que Putin considera que la caída de la Unión Soviética y la retirada de las fronteras rusas hasta 700 kilómetros de Moscú es una de las mayores tragedias del siglo XX. No se va a conformar con Ucrania. Necesitamos incrementar nuestro gasto en defensa. No quiere decir que haya que ser beligerantes, pero sí tener capacidad de defendernos por nosotros mismos. Y el comercio con China es complicado si no estamos en unas mismas bases, y no tenemos las mismas bases financieras.
P. ¿Qué quiere decir con esto?
R. Si viene una empresa en España y dice que quiere financiar fusión nuclear, una empresa de servicios financieros le va a decir que vaya a Estados Unidos porque aquí no le van a cuadrar las cuentas. Pero esa restricción financiera en China no existe siempre que el Partido Comunista Chino crea que es una prioridad. Ellos no practican las restricciones financieras de la economía de mercado. No tienen límites en sectores estratégicos. ¿Por qué se ha desarrollado el vehículo eléctrico allí? ¿Por qué son muy medioambientalistas? No, porque el 84% del petróleo que consumen es importado. or eso dan subsidios al coche eléctrico: para reducir su dependencia del petróleo. Eso no es competir en igualdad de condiciones. Por no hablar de absorción de tecnología occidental por vías no aclaradas. Por tanto, si no vas a competir en igualdad de condiciones, no compitas o busca algo que igualen las condiciones. La electricidad china tiene entre 400 y 500 gramos de CO2 por cada kilovatio hora producido. En España en 2024 son aproximadamente 100. Por cada kilovatio producido en China hay tres veces más emisiones, con lo que si importamos coches eléctricos chinos, estamos importando emisiones producidas en China. Rusia ya nos ha demostrado que está dispuesto a utilizar el suministro de energía como arma.
P. ¿Cómo puede sobrevivir Europa sin un suministrador de energía barata?
R. Gracias a las renovables. España tiene una oportunidad. Si somos capaces de llegar a un sistema eléctrico descarbonizado en un 90% a base de baterías, bombeo hidráulico y renovables, manteniendo las nucleares, sería más barato y muy competitivo. Tenemos un recurso eólico y un recurso solar que es muy superior al resto de Europa occidental. Es nuestra ventaja, ya nos tocaba. Si seguimos por ahí tendremos una energía sin emisiones que puede ser muy buena base para desarrollar nuestras industrias y digitalizar la economía.
P. Pero, ¿ve posible este modelo sin nucleares?
R. Es imposible. Quiero decir: todo es posible, pero esa ventaja de producir barato desaparece, porque inmediatamente tiene que entrar el gas. Si haces unos cálculos finos, la energía fotovoltaica te da unas 1.400 horas de funcionamiento al año, la eólica te da 1.700 horas, pero el año tiene 8.760 horas. Una capacidad industrial que se precie tiene que estar a 4.000 o 5.000 horas anuales. No llegas sólo con las renovables. Volvemos al principio, tú puedes cerrar nucleares porque no son verdes. Y yo te digo: no serán verdes, pero reducen emisiones.
P. Quien tiene más problemas con su modelo es Alemania.
R. Alemania está apostando por el gas y el hidrógeno. Con el cierre de las nucleares había apostado por el gas y el carbón y ahora está construyendo regasificadoras. Pero el problema está en el precio.
P. Hay industrias europeas que están devolviendo las ayudas al hidrógeno verde porque no les sale a cuenta fabricar con él.
R. Esto de las industrias me lleva a otra discusión sobre todas estas cumbres de 190 países que se desarrollan en algún lugar del planeta para tratar de llegar a acuerdos. Al final, si tú coges cuatro o cinco industrias, como el cemento, el acero, la petroquímica y la cerámica, y a diez países, estás cubriendo el 70% de las emisiones del mundo. Es más fácil sentar en una mesa, por ejemplo, a las empresas del acero y llegar a un acuerdo a 40 años para que pongan hidrógeno o lo que sea. Y dejamos al resto del mundo más tranquilo, porque estamos reduciendo emisiones de una forma más factible. Bastante menos del 20% de los países supone el 80% menos de las emisiones. Si implicamos a las industrias, lograremos mayor reducción de emisiones. Hay más camino ahí que en las famosas COP.
P. ¿Está ganando China la batalla geopolítica de la energía?
R. Si tú quieres que en España haya cinco millones de coches eléctricos o híbridos, y prohíbes que, a partir de 2035, se dejen de producir coches con motor de combustión no tienes más remedio que comprar coches a China y cerrar tu industria. Hay alternativas. Por ejemplo, dilatar el coche de combustión interna hasta el 2045, bajar emisiones a base de sustituir el gasóleo clásico por el aceite vegetal hidrogenado o mezclar la gasolina con más metanol o etanol. Así encareces la gasolina, reduces emisiones y te das más tiempo. Cuando se habla de aranceles a los coches chinos, mi tesis es: si yo emito 100 y unos emiten 400, usted paga por los 300. ¿Que usted quiere pagar menos? Reduzca emisiones. Y si yo la reduzco más, usted sigue pagando. Si te das tiempo puedes alcanzar soluciones tecnológicas que vayan bajando emisiones.
P. España se ha pronunciado en contra de los aranceles y establece acuerdos para que inviertan aquí empresas chinas. ¿Cree que es una apuesta geopolítica preocupante o cree que es el mercado?
R. No hemos explicado a nuestras clases medias que con la globalización hemos sacado a 1.000 millones de personas del mundo de la pobreza. El saldo es muy positivo, porque lo que han ganado unos es muy superior a lo que han perdido otros, pero díselo tú a quienes lo han perdido. China tendrá que convertirse en un inversor en el extranjero, igual que le ha sucedido a España. Si invierte China aquí, no tengo ningún problema. Se produciría una cierta devolución en la transferencia de riqueza que hemos hecho a China.
P. Muchas empresas de Estados Unidos han renunciado a incluir sus objetivos los criterios ESG, ¿cree que es por miedo a Trump o porque se ha disociado el ecologismo del retorno de la rentabilidad de las inversiones?
R. Yo digo que el mundo se está calentando y que Wall Street se da de baja. Son los dos factores. La Banking Alliance for Net Zero es de noviembre del 20 y la Asset Managers for Green Initiative es de abril del 21. Biden gana en noviembre de 2020. Ahora Trump vence y todos se van. Ni la gran empresa ni mucho menos las instituciones financieras se van a alinear en contra del Gobierno. Por tanto, hay un factor de alineamiento. Pero también sobre lo verde y las emisiones. Si te atienes a las finanzas ESG, no podrías invertir en Tesla como ESG, porque no cumple las condiciones de gobernanza con Elon Musk. Con lo cual conviertes el criterio ESG en una caja donde no se pueden establecer un patrón riesgo/rentabilidad. Más de 200 fondos de ESG Europa han desaparecido o se han cancelado. Lo que importa es el retorno, todo lo demás es papanatismo.
DNI
Nació en Madrid en 1957, es técnico comercial y economista del Estado. Fue secretario de Estado de Energía (1996-98).
Promovió la creación del mercado eléctrico y gasista en España, ocupó varios cargos en Repsol y fue presidente de Isolux y de Abc. Dirige el Grupo de Transición Energética de Alantra.