Madrid

 

 

El Consejo Editorial de elEconomista vuelve a tomar parte activa en el debate sobre las medidas que España necesita ante una situación de emergencia económica.

Los prestigiosos juristas y economistas que lo componen adoptaron esta misma actitud en mayo de 2020, en pleno Gran Confinamiento, y lo vuelven a hacer ahora cuando la invasión de Ucrania desboca la inflación hasta extremos nunca vistos en la historia de la eurozona. Fiel al espíritu liberal que caracteriza al periódico que representan, el Consejo Editorial de elEconomista expone con especial convicción su rechazo a las subidas de impuestos, las cuales resultarían ahora no sólo contraproducentes sino simplemente letales para la demanda interna española.

Sin acciones de este tipo, los altos niveles de inflación actuales se harán persistentes

La coyuntura actual exige cinco políticas muy concretas en las que las rebajas de la tributación a los productos energéticos tiene un rol esencial. En apariencia, esa recomendación contradice las reiteradas conclusiones de la UE sobre los impuestos indirectos españoles, en particular en lo que al IVA respecta. Son bien conocidas las críticas de Bruselas por la ineficiencia de ese sistema derivado, sobre todo, de la gran cantidad de exenciones y tipos reducidos que contempla. Sin embargo, mientras la emergencia continúe, urge reducir la fiscalidad de productos básicos como el gas o los carburantes, y el propio de ciertos productos alimenticios. 

Es el caso de los aceites de oliva y de girasol, que deberían tributar al 4% y no al 10% como ahora ocurre Del mismo modo, resulta urgente acometer la revisión de los Presupuestos de 2022 (puestos en duda ya desde su aprobación) y, aún más importante, debe ponerse fin a la subida encubierta del IRPF que supone la falta de actualización de sus tramos según el nivel del IPC. Son medidas necesarias para evitar que el actual nivel de precios sea persistente y la economía española se vea abocada a un escenario tan peligroso como inédito: la estanflación.  

1. Reducción del IVA que grava el gas hasta el tipo reducido del 10%

Desde 2021, las tensiones en el mercado internacional del gas son el gran motor de la inflación. Esa situación motiva llamamientos a acelerar la transición ecológica, o a reducir la influencia de las tecnologías más caras y contaminantes en el mercado mayorista eléctrico. La primera solución requerirá aún décadas para implantarse, mientras la segunda exige una reforma a escala europea.

Mucho más realista y eficiente resulta la propuesta de liberar al gas del tipo ordinario del IVA (21%) al que ahora se somete e incluirlo entre los productos básicos que tributan al tipo reducido del 10%, como el agua o (desde el verano pasado) la electricidad. No hay por qué temer el surgimiento de un nuevo déficit de tarifa en el sector gasístico. Los ingresos extra por IVA que el Gobierno ya obtuvo de este combustible en los últimos meses compensarán la menor recaudación que la rebaja hasta el 10% supondrá.     

2. Rebaja temporal del Impuesto Especial de Hidrocarburos

El IVA no es el único impuesto que grava el gas y a todos los derivados del petróleo ya que también lo hace el Impuesto Especial sobre Hidrocarburos. Ahora bien, hay una clara diferencia entre ambas figuras en lo que respecta a su comportamiento ante la inflación. No en vano el Impuesto Especial marca una tasa fija por litro o por cada kilowatio consumido (en el caso del gas), que es independiente del nivel que haya alcanzado el IPC.

Con todo, sería erróneo concluir que su reducción carecería de efectos en una coyuntura como la actual. En el caso de la gasolina la suma del IVA y del Impuesto Especial supone el 49% de su precio final para el cliente (el 45% en el caso del diésel). Es por ello que países como Francia no dudan en rebajar las tasas especiales, aunque sólo sea de forma temporal para fomentar un abaratamiento rápido de los combustibles y ayudar así a los consumidores.

3. Evitar el ‘doble déficit’ revisando las Cuentas del Estado de 2022

Los Presupuestos Generales en vigor desde enero se elaboraron sobre una previsión para el barril de petróleo de 60,4 dólares. La cotización actual del Brent rebasa los 105 billetes verdes. Del mismo modo, los pronósticos sobre la inflación que contienen las Cuentas de 2022 han quedado pulverizados.

Se trata así de unos Presupuestos ya inhabilitados para afrontar uno de los escenarios más temidos por los economistas, aquél que define el llamado doble déficit, fruto de la conjunción de los números rojos en la balanza por cuenta corriente (muy influida por las importaciones energéticas) y en las cuentas públicas. Ese escenario implica que el sector exterior está cada vez más desequilibrado mientras su demanda de financiación es cada vez mayor, para sostener el alto déficit y deuda de las Administraciones. Las Cuentas de 2022, en su actual redacción, no están preparadas para afrontar ese peligro.

4. Atajar el alza del Impuesto de la Renta actualizando tramos

Ya antes de la actual crisis, Hacienda tiene pendiente desde hace años la revisión de los tramos a los que se sujetan los contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de acuerdo con la inflación. En años de IPC nulo o negativo no supuso un problema, pero la inacción en este campo amenaza con tener efectos dramáticos en ejercicios como los actuales de tasas de inflación muy altas.

No en vano los contribuyentes se ven abocados a tributar más pese a que sus ingresos actuales crecen menos que los precios o incluso pierden poder adquisitivo con respecto a la evolución del IPC. Pese a que medidas de este tipo ya las tomaron los Gobiernos de José Mariano Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero, y son habituales en países del entorno europeo, la propuesta (presentada por Ciudadanos con respaldo de PP, Vox y PDeCat) volvió a tropezar con el rechazo de PSOE y Podemos.    

5. Aplicación del tipo superreducido a los aceites alimenticios

Los mercados temen que la invasión de Ucrania provoque problemas de abastecimiento de materia prima para la producción de aceite de girasol. Esa incertidumbre, unida al miedo que ha surgido en el consumidor, provoca no sólo alzas de precios sino también problemas de abastecimiento en los lineales de los principales supermercados. Las dificultades se extienden igualmente a una gran parte de la industria alimentaria para la que este tipo de producto es fundamental en la elaboración de bollería y productos semejantes.

En situaciones así conviene revisar la lista de productos sometidos al IVA superreducido, del 4%, ya que incluye alimentos básicos, una categoría que no abarca los aceites alimenticios, incluido el obtenido de la oliva pese a su elevada producción y consumo en nuestro país. La alta recaudación obtenida por el IVA de otros productos compensaría la rebaja de los aceites.