• España caerá del puesto 15 al 21 en el ranking mundial por PIB nominal
  • El lastre demográfico se notará en el crecimiento y en la productividad
  • La nota positiva la pone la renta per cápita: España seguirá siendo un país avanzado
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Raúl Gónzalez se lleva un balón durante el partido que España perdió ante Nigeria en Francia 98. Foto: Alamy

 

Vicente Nieves / Mario Becedas

La travesía de la economía española durante las próximas décadas se antoja compleja. Un país con una demografía desfavorable (que disparará el gasto en pensiones), una deuda pública muy elevada, una economía orientada a las ramas del sector servicios de menor valor añadido y con una situación geográfica que tampoco apoya el crecimiento. Al final, Europa es un continente desarrollado, pero cuyas perspectivas de futuro no son nada halagüeñas y menos desde que comenzó la guerra en Ucrania. Tal es la situación, que algunos de los informes que lanzan vaticinios de largo plazo desplazan a España hacia una zona gris en el ranking global de economías, no solo ya por debajo de economías como México o Filipinas, también por detrás de Nigeria.

La casa de análisis Capital Economics ha publicado un nuevo informe de más de 50 páginas en el que lanza previsiones sobre las diferentes economías del globo hasta 2050. Teniendo en cuenta factores como la demografía o el crecimiento de la productividad esperado, los analistas de la firma calculan que el PIB de España caerá hasta la vigesimoprimera posición, por detrás de Nigeria, frente a la decimoquinta posición que ocupa España en 2023.

En general, las métricas del informe de Capital Economics no dejan a España muy bien parada. En términos de PIB, el país, que viene de un crecimiento medio del 1% entre 2006 y 2010, del 0% entre 2011 y 2015 y del -0,2% entre 2016 y 2020, proyecta uno a futuro del 2,5% entre 2021 y 2025, del 0,5% entre 2026 y 2030 y del 0,7% entre 2031 y 2050. Una tendencia débil comparada con la prevista en el espectro 2025-2050 para el resto de economías consideradas hoy avanzadas excepto Japón e Italia, que presentan porcentajes parecidos a España. El contraste es absoluto con las estimaciones para países como la India (más de un 6% de media anual hasta 2050) y Filipinas (un 5,8% de aquí a 2030) o naciones africanas Kenia (más del 5% en los próximos 30 años) y Nigeria (más de un 5% entre 2030 y 2050).

Largo plazo vs corto plazo

Esta astenia en el crecimiento español hará al país con sonoridad en el ranking mundial por PIB nominal. Según el listado de Capital Economics, España bajaría de la actual posición 15 a la 21, siendo adelantada por economías como Nigeria, Turquía, Filipinas, Vietnam, Bangladesh o Indonesia. El PIB nominal de España sería en 2050 de 3,285 billones de dólares, ascendiendo el de Nigeria y Turquía, los países inmediatamente anteriores, a 3,654 y 3,780 billones respectivamente. En lo más alto del podio seguirían EEUU y China (85 billones y 76,47 respectivamente) con India escalando al tercer puesto con 40,93 billones y adelantando por la derecha a Alemania y Japón. Indonesia escala de la posición 16 a la 5 con casi 10 billones.

Todos los datos anteriores hacen referencia al PIB agregado, es decir, a todo lo que produce la economía en su conjunto cada año. Este indicador es relevante para conocer el peso que tiene una economía en el mundo, pero no lo es para analizar el bienestar de su población. Por ejemplo, Luxemburgo tiene un peso irrelevante a nivel global, pero sus habitantes, probablemente, son los que mejor viven (en términos económicos) de Europa o incluso el mundo.

Además habría que diferenciar entre el corto y el largo plazo, puesto que los factores que promueven un crecimiento u otro son diferentes. Los economistas coinciden en que en el corto plazo (trimestres o un año), la demanda determina el nivel del crecimiento económico. Por ejemplo, si un año llega una pandemia que aterra a consumidores y empresas, la demanda interna se hunde (consumo e inversión) y el PIB se desploma, pese a que la economía tiene capacidad para producir mucho más. Del mismo modo, una demanda más fuerte puede dar lugar a un aumento del PIB solo temporal.

Una demanda cada vez más fuerte (sin una mejora estructural de la oferta) en el largo plazo solo se traducirá en una mayor inflación (como se ha podido en 2021 y 2022) si no hay avances por el lado de la oferta. Cuando se habla de medio y largo plazo, el crecimiento depende de la capacidad de la economía (el lado de la oferta) para producir más (demografía, tasa de empleo, educación, productividad…). Precisamente, estos factores que determinan el crecimiento a largo plazo son los puntos débiles de la economía española.

El castigo de la demografía

El PIB agregado depende de tres pilares básicos: la productividad, la demografía y la capacidad del mercado laboral para poner a la población a producir. España flaquea en estas tres patas que sostienen el crecimiento del PIB. La demografía es de las más adversas del mundo, con una tasa de fertilidad muy baja y una vasta generación del baby boom que está a punto de jubilarse. Esto último va a provocar que la población activa se reduzca sobremanera en los próximos años, lo que lastrará el factor trabajo (uno de los factores productivos clave).

 

 

La variable demográfica es una de las que más ‘aplasta’ a España, incluso en comparación sus pares europeos. El país se quedaría anclado en los 47 millones de habitantes hasta 2030 y en 2050 caería a 44 millones. Mientras que Italia seguiría una senda similar (pasaría de 59 millones a 52) y Alemania también (de 83 millones a 79), Francia subiría de los 65 actuales a 67 dentro de 30 años. EEUU daría un vuelco desde los 336 millones actuales a 375 y Reino Unido también crecería: de 67 millones a 74.

 

 

Con China menguando (de 1.425 millones ahora a 1.280 en 2050), la cara inversa hay que verla en la India (sumará casi 300 millones habitantes hasta los 1.670 en 2050 -el país más poblado del mundo-) y en África subsahariana (Nigeria pasa de los 208 millones habitantes actuales a la apabullante cifra de 377 en tres décadas, Angola de 33 millones a 72 y Kenia de 52 a 85).

 

 

Este boom demográfico impulsará a la economía de Nigeria por encima de la de España. Este país rico en petróleo, además, logrará ser la mayor potencia de África: «A nivel de país, el tamaño de la economía de Nigeria avanzará más que el de Sudáfrica y será la primera economía del continente. Aunque eso dependerá de que Nigeria pueda reequilibrar su economía más allá del petróleo», sostiene el informe.

 

El lastre de la productividad

El siguiente prisma es el de la productividad. Tras registrar un crecimiento anual medio del 1% en esta métrica entre 2006 y 2015, ha caído la friolera del -1,4% anual de media desde 2016, covid mediante. De cara a futuro, la media volvería al 1% anual hasta 2025 y perdería fuelle hasta 2030 (+0,4%) hasta remontar de cara a 2050 (0,9%). Estas previsiones no están muy alejadas de las previstas para los socios europeos fuertes de España, pero se descuelgan del 2% de EEUU para el periodo 2030-2050 y palidecen ante porcentajes como los de la India (un crecimiento de la productividad superior al 5% anual hasta 2025 y cercano al 4% para 2020) o incluso países vecinos como Marruecos (un crecimiento anual medio del 3,6% hasta 2025, del 4,5% hasta 2030 y del 3,4 hasta 2050).

Los economistas de la Airef publicaron en 2020 también un documento con horizonte en 2050 en el que calculaban que la productividad crecería de media un 0,9% al año, igual al promedio histórico (2000-2019), de modo que los cálculos de Capital Economics están en línea con los de la Airef. Los expertos de este organismo no vaticinaban una caída tan fuerte de la población porque en su modelo incorporaban la llegada de millones de inmigrantes que permitirían a la población española superar los 50 millones de habitantes.

Otra de las patas del crecimiento de la economía es la tasa de empleo, que es el cociente entre el total de ocupados y la población mayor de 16 años. Este es un indicador importante y mucho más completo que la tasa de paro. La tasa de empleo es mejor indicador que la tasa de paro porque considera a la vez la población potencialmente activa (entre 15 y 64 años según Eurostat), analizando así a la vez la tasa de actividad (que es la población que está dispuesta a trabajar en una economía), y la propia tasa de paro. La tasa de empleo (proporción de la población en edad de trabajar que está ocupada) es otro factor determinante para el crecimiento potencial. De poco sirve tener una población en edad de trabajar muy grande si no pueden o no quieren trabajar.

Una tasa de empleo alta supone que una gran parte de la población en edad de trabajar se encuentra produciendo, lo que a la postre incrementa el PIB agregado y también el PIB per cápita. Por ejemplo, la renta per cápita de Alemania es muy superior a la de Francia porque la primera tienen una tasa de empleo (más del 80%) entre ocho y siete puntos superior. En el caso de España, la tasa de empleo es una de las más bajas de Europa (69%) y de los países desarrollados.

Los economistas de la agencia de rating alemana Scope publicaron un informe también en 2020 en el que analizaban la evolución de las economías hasta 2050 y señalaban que la tasa de empleo era uno de los puntos flacos para la economía española. Estos expertos explicaban que «España se encontrará entre las economías avanzadas con un crecimiento estancado, incluso suponiendo que persistan las ganancias de productividad pasadas, ya que en el mejor de los casos, solo serán suficiente para contrarrestar la dinámica demográfica adversa». No obstante, estos expertos creen que la economía española donde tiene margen precisamente es en la tasa de empleo. Una mejora de esta tasa a través de reformas en el mercado laboral puede contrarrestar una parte del invierno demográfico.

La buena noticia

Pese a todo lo anterior, como se señalaba al comienzo del artículo, el bienestar de la población no está estrictamente relacionado con el tamaño agregado de una economía. España forma ya parte del mundo desarrollado, con una renta per cápita que ronda los 30.000 dólares. El escaso crecimiento se repartirá entre una población cada vez más pequeña, lo que ayudará a que cada habitante ‘toque a una mayor parte de la producción’. Que España pierde influencia en el mundo no quiere decir que los españoles vayan a vivir peor y así lo refleja el informe de Scope Rating.

De modo que es el panorama en la renta per cápita es diferente a lo relatado anteriormente. En esta métrica, España registraría una cifra de 74,282 dólares en 2050, bastante por delante de Nigeria (9.679 dólares) y Turquía (39.449 dólares). Sin embargo, otras economías cercanas y no tan punteras como las del G-10 registrarán mejores tasas: Países Bajos lucirá una renta per cápita de 149.180 dólares, Israel de 176.771 y Polonia una de 90.383. En cabeza seguirá EEUU con 226.660 dólares, representando la española un 33% de esa cantidad.

Por último, está la inflación. Las previsiones de Capital Economics ven a España ajustarse al objetivo del 2% del Banco Central Europeo (BCE) entre 2025 y 2050. Más allá de detalles como que la de EEUU se situará en el 2,3% para la mitad de siglo, en el informe destacan las previsiones para dos ‘sospechosos habituales’ con la inflación: Argentina y Turquía (un 19% y un 10% respectivamente de media en 2050).

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