El recorrido de la inflación a lo largo de 2021 ha cimentado unas bases por las que la presión inflacionista se convierte en un riesgo significativo en 2022. El último avance publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondiente al mes de diciembre, coloca la tasa general en un 6,7% y la subyacente en el 2,1%, en máximos históricos desde 1992.

Para 2022, los precios amenazan con mantenerse y condicionar el crecimiento económico. Uno de los efectos derivados de la volatilidad del índice general, arrastrado por los precios energéticos principalmente, es el efecto contagio: la inflación coyuntural podría permear en la tasa subyacente, provocando un enquistamiento del IPC y otorgando un carácter persistente a la inflación. Y a este efecto contagio se puede sumar el alza de los salarios.

El efecto arrastre o efecto contagio lo adelantó la OCDE en su último informe coyuntural. El think tank de las economías avanzadas expuso que la inflación se mantendrá elevada en 2022 por las elevadas tasas que esperan que se mantengan en el IPC general, independientemente de si se mantienen los factores que han provocado la inflación en 2021.

Este escenario económico plantea la posibilidad de que la inflación general se acabe filtrando en el motor de los precios, la inflación subyacente, convirtiéndose en una inflación inercial.

 

¿Qué nos espera?

El economista Javier Santacruz -miembro de la Fundación Civismo y secretario general de La España Que Reúne– es tajante cuando se le consulta por el futuro próximo de la inflación: «Ahora mismo estamos más lejos que nunca de que la inflación sea transitoria», expone a este medio.

Santacruz añade que «no sólo es el encarecimiento de los costes energéticos y alimentarios, sino toda la cadena de transmisión hacia el resto de la economía», en referencia a actividades como los servicios, el transporte o los bienes industriales.

Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE) y director de Economía de CEOE, expone a eE que sus previsiones son «que el actual choque inflacionario será relativamente temporal, en línea con la transitoriedad de los factores que lo han provocado, que se espera empiecen a flexionar gradualmente a partir la próxima primavera, una vez se vaya dejando atrás el efecto base estadístico y los actuales desajustes de oferta y demanda». El economista aporta continuidad a lo que defendió el IEE en sus previsiones para 2022 presentadas en diciembre, donde expusieron que el panorama inflacionista es uno de los retos del crecimiento de la economía española: recortaron al 5,2% el alza del PIB en 2022 por este motivo, alegando, además, que los precios podrían «tener un carácter algo menos transitorio que lo estimado unos meses atrás», abriendo la puerta de los riesgos de la inflación con carácter permanente.

«Estamos más lejos que nunca de que los altos precios sean transitorios», según Santacruz

En esa línea concuerda Javier Santacruz, que alerta del cierre de la brecha entre la tasa subyacente y la general, recalcando que «el IPC subyacente irá convergiendo hacia el IPC general, señal de que la inflación será más persistente de lo que se esperaba en el verano».

En el momento de la consulta, la tasa interanual del IPC general estaba en el 5,5%, y la subyacente aún no sobrepasaba la barrera del 2%, con un 1,7% de variación frente al pasado noviembre de 2020.

El Banco de España también defendió que los precios se mantendrán elevados durante la primera mitad de 2022, y elevó su previsión media anual del IPC hasta el 3,7%, con la inflación subyacente rondando el 2% para final de año. Gregorio Izquierdo concuerda: «podríamos terminar el año próximo con un IPC en promedio algo superior al 2%, y por lo tanto cerca de los actuales niveles de la inflación subyacente».

Evitar males mayores

Los expertos, además, piden precaución para evitar otro tipo de espiral inflacionista diferente a la de los precios energéticos: la de los salarios. Para mantener los tipos de inflación rondando el 2% «es necesario que no se vuelvan a las prácticas de indicación salarial, que eran habituales antes de nuestra entrada en el euro», explica Gregorio Izquierdo.

«En otro supuesto, esta inflación coyuntural se acabaría filtrando al conjunto de la economía, tensionando la inflación subyacente con el consiguiente enquistamiento y persistencia en el tiempo de las actuales subidas de precios», añade.

El propio IEE, en su informe coyuntural para 2022, pedía «prudencia» con las políticas para abordar la inflación y evitar generar «espirales inflacionistas», algo que sucedería si, para recuperar el poder adquisitivo, se elevan los salarios por encima del crecimiento de la productividad.

Y viceversa, el estudio semestral muestra su preocupación ante un posible traslado de la inflación a los salarios, con la consecuente pérdida de poder adquisitivo por parte de las familias en los trimestres venideros. Se producirían en ese caso los temidos efectos de segunda ronda, consistentes en que las subidas precipitadas de las remuneraciones de los trabajadores no sólo no les permiten hacer frente a las subidas de precios.

Estas últimas, además, se ven impulsadas por esos mismos incrementos salariales lo que provoca un círculo vicioso que acabe minando la estabilidad económica. En contrapunto, los sindicatos proponen medidas más radicales tomando como referencia un año sesgado por los datos extraordinarios de la inflación. CCOO o UGT reclaman revisiones salariales a través de convenios colectivos. Tales acuerdos, en su dimensión sectorial, volverán a tener primacía en materia salarial sobre los convenios de empresa con la nueva reforma laboral. Estas revisiones tomarían como referencia las previsiones de IPC de 2022 y serían de entre un 2 y un 3%. Sin embargo, no tendrían en cuenta la productividad y darían lugar a un tensamiento de los salarios.

Hacia un fuerte incremento de pensiones también en 2023

El dato récord del IPC adelantado de diciembre en España no tendrá consecuencias inmediatas para la revalorización de las pensiones contributivas, las cuales vuelven a estar indexadas a las evolución de los precios. El periodo definido para estimar el IPC medio que sirve de referencia a esas retribuciones discurrió desde diciembre de 2020 hasta noviembre de 2021. Por tanto, el último dato de inflación dado a conocer por el INE no influye en el cómputo. Tampoco se utilizará para cuantificar la llamada paguilla compensatoria, por la pérdida de poder adquisitivo en 2021, que los pensiones recibirán el mes que viene.

Ahora bien, el IPC récord de diciembre de 2021 sí tendrá influencia a la hora de determinar cuál será el alza de precios promedio a la que se sujetará el incremento de las pensiones en 2023. De hecho, tras alcanzar su nivel más alto desde 1992, marca un precedente preocupante, que será difícil compensar en los trimestres siguientes y que tendrá gran influencia en el cómputo final.